viernes, 11 de mayo de 2012

Fernando Martínez Heredia y el ideario cubano en el siglo XXI.


Transcurre el siglo XXI y adentrarse en el pensamiento cubano es una tarea de primer orden para arrostrar el escenario actual en el que se desenvuelve Cuba con la asunción de sus realidades, por muy duras que estas sean.
Durante los años que sucedieron a 1959, la esencia socialista del proceso revolucionario que se desencadenó logró imbricarse en el ideario del pueblo que en su gran mayoría lo asumió con gran entusiasmo, entregado a un proyecto que le abrió muchas puertas de la nación que hasta ese momento le habían sido vedadas. Dicho proceso de concienciación ideológica tuvo sin embargo un rasgo que ha sido considerado de manera correcta como negativo y que ha tenido una capacidad de pervivencia digna de estudios profundos, reveladores y con tendencia subversiva: el dogmatismo en el ejercicio de pensar. Para ampliar al respecto del dogmatismo y su “decálogo” recomiendo la lectura de personalidades notables de la intelectualidad cubana como Fernando Martínez Heredia, cuyo pensamiento utilizo para explayar mi percepción sobre lo que debe prevalecer en el ideario cubano hoy.

Un humilde obrero cubano sintetiza como el mejor científico que “nos enseñaron a leer pero no a pensar”. El dogmatismo en el ejercicio de pensar se resiste a todo tipo de exorcismo, cuando se cree haber consumado la extinción de un “foco” de dogmatismo, en algún ignoto sitio se “cocina” una nueva manifestación. El dogmatismo en el ejercicio de pensar y el discurso oficial impide que se puedan explicar las realidades de la Cuba actual.
Una vez que cayeron los regímenes socialistas del siglo XX las duras realidades objetivas que nacieron tras dicho derrumbe comenzaron a golpear con singular e inusitada fuerza al pueblo cubano. Al proyecto socialista cubano en aquel momento le salvó el ideario que se encarnó en el pueblo durante los años precedentes, el abrazo indisoluble (hasta entonces) al proyecto. Fernando Martínez Heredia habla de tres saberes: 1) la soberanía y las conquistas sociales alcanzadas forman parte ya del ideario cubano, de la acumulación cultural, 2) si regresamos al capitalismo todo lo que hemos ganado entre todos será expoliado por una minoría y 3) el régimen actual defiende a ultranza las conquistas sociales, por eso le mantenemos.
Sin embargo, el segundo saber del que nos habla Fernando no lo creo hoy tan enraizado en el ideario popular. El individualismo se acentúa entre los cubanos, especialmente entre los más jóvenes. Fernando alertó en palabras pronunciadas en el acto por la conmemoración de los 25 años del Centro Martin Luther King que “conviven los más limpios esfuerzos al servicio de la colectividad, los ideales revolucionarios socialistas y la laboriosidad honesta con la apelación desmedida al egoísmo, el individualismo, al “te doy y me das”, al interés individual.
Resulta perceptible a su vez que el profesional que tiene acceso a más información del mundo capitalista (Internet, TV por cable) que la media de los cubanos, aquel que se mantiene mucho tiempo en el exterior, se mide con el nivel de vida que le “correspondería” si viviera en una sociedad capitalista. Por ejemplo, el informático cubano no tiene asumido cuál es su papel en la Cuba socialista, su referente es el informático de la Microsoft o la Apple, sobre todo desde el punto de vista material. Fernando ha explicado en su obra esta concepción de vida tan “colonizada” desde el punto de vista mental: “La gran insuficiencia del socialismo que ha existido a escala mundial es que no ha logrado todavía acumular fuerzas culturales suficientes a su favor, eficaces y atractivas en la lucha contra el capitalismo, y sobre todo para el combate por las transformaciones liberadoras de las personas, de las relaciones interpersonales y sociales y nuevas relaciones con la naturaleza.”
Creo que en los últimos años la formación de conciencia en los cubanos no ha constituido una tarea con la prioridad requerida. Ha sido más bien superficial. Quizás las estructuras políticas y gubernamentales de la isla especularon que existiría una transmisión por inercia de los valores y costumbres de lo que significa vivir en socialismo, de lo que significa cada conquista de la Revolución que hoy asumimos como algo “normal” e inherente a todo modelo, aunque no nos fijamos en lo traumático que resulta en países más desarrollos mantener la educación o la salud pública, precisamente porque no se preconiza en el modelo capitalista el acceso colectivo a los servicios básicos y realmente edificantes que necesita el ser humano y la prioridad que le debe asistir de este último por encima del capital. “El capitalismo ya no hace promesas”, asegura el citado intelectual cubano, sin embargo, una masa importante de cubanos le ve como la alternativa más idónea para salir de nuestra precaria situación económica. Afirmar que esta creencia en el capitalismo como solución es una realidad del pensamiento cubano pareciera ser un acto transgresor, sin embargo, obviarlo y cerrar los ojos es un acto suicida.
Hoy en Cuba es necesaria más que nunca la filosofía. Plantea Fernando que “ante las duras carencias de recursos materiales, resulta meridianamente claro que el factor subjetivo tiene que ser el determinante en la transición socialista cubana.” Explicar y poner al alcance de todo el pueblo las herramientas teóricas que le permitan asumir este pensamiento de Fernando es más esencial y urgente que enviarle a leer sobre impuestos y economía. Refiriéndose al economicismo, a la asunción de la economía como principal rectora de la vida actual de la nación ha terciado Fernando que “sería un error creer que la economía debe ser decisiva y orientar la política, las ideas y la vida colectiva cubana.”
Asumir la diversidad para luchar por la unidad.
Si no se revisa y subvierte el basamento político-ideológico actual del cubano se camina sobre la falacia. No se puede afirmar que la mayoría del pueblo cubano está a favor del socialismo, a favor del colectivismo, de esa prédica martiana que reza “con todos y para el bien de todos”. Si se dice, por ejemplo, que la “Universidad es para los revolucionarios” de manera explícita, ¿cómo pretendemos hacer creíble cualquier encuesta o estudio serio para definir si los universitarios cubanos (los dirigentes del mañana) son revolucionarios y socialistas? Eso no se explica con fotos del joven cubano en el desfile del Primero de Mayo. Enclaustrarse en ese argumento no ayuda en lo absoluto, más bien coarta la posibilidad de salir victoriosos de una batalla ideológica que entiendo debe ser persuasiva, no dogmática y cuyo comienzo se retarda, pareciera que no es importante. Entiendo que el gobierno cubano y las estructuras políticas deseen que cada cubano sea revolucionario, no que deban asumir que lo son u obligar a que lo sean o lo actúen en todo caso. Es vital asumir la diversidad para luchar por la unidad verdadera. Establecer que se tienen distintas maneras de pensar sobre cuáles son las concepciones de vida más idóneas (algunas muy descentradas) para intentar subvertir desde la argumentación los ideales que no se corresponden con el proceso de transición socialista.
Existen muchos cubanos que dudan del proceso, su buen encaminamiento, efectividad y rentabilidad futura. Vale más que nunca rescatar un fragmento de las “Palabras a los Intelectuales” de Fidel en 1961: “... la Revolución debe aspirar a que todo el que tenga dudas se convierta en revolucionario.” Hoy es necesario fijar nuevamente los conceptos y la manera de pensar y actuar, y hay que hacerlo de una manera distinta, porque la acumulación cultural de manera lógica es superior a la de años anteriores al contarse con más argumentos y hechos. Hay que hacerlo en un contexto mucho más difícil y angustioso. ¿Por qué aún con la crisis capitalista tan trágica que se vive en la actualidad socialismo y comunismo siguen siendo palabras que causan animadversión?
Todos debemos participar.
Mucho se ha lucubrado sobre la participación popular en el ejercicio gubernamental. Las cotas que el pueblo se propone para sentirse implicado en el despliegue del poder se muestran utópicas. Las ansias de participación en el ejercicio del gobierno forman parte indisoluble del ideario cubano en la actualidad, es una deuda aún no saldada por nuestro régimen y cuyo encauzamiento debiera estar en el orden del día de la reunión de mañana y todos los días.
Fernando aporta con su pensamiento ideas imprescindibles: “Reducir el socialismo al poder del estado no es socialismo.” En otro repositorio de su ideario plantea: “Si se profundiza en todos los sentidos la participación popular a la vez que se mantiene un fuerte poder revolucionario ambos rasgos se equilibrarían entre si y lucharían juntos contra las características de la situación económica y de su evolución futura con grandes posibilidades de triunfo.” El psicólogo y sociólogo Ovidio D'Angelo, en una edición de Último Jueves de la Revista Temas destacaba que “no hay posibilidad de transformación ni desarrollo de un hombre pleno si no hay una real participación, y nuestras estructuras son poco permeables a la participación, al control real”, y que aunque la vigilancia de instituciones y funcionarios y el establecimiento de normas sea un proceso “desde arriba” también lo debe ser “desde abajo”, donde se legitimen espacios y normas de derecho para prácticas políticas contrahegemónicas. Fernando brinda a su vez una definición conceptual fetén de democracia para Cuba: “Un pueblo bien informado de las cuestiones fundamentales, efectiva participación en las decisiones que se tomen sobre ellas, que controle realmente los procesos y a su vez desarrolle iniciativas que puedan convertirse en políticas o en instrumentos legales, si lo merecen.” Para lograr esta democracia hay que pensar, Fernando ha llamado mucho a eso, a favorecer el ejercicio de pensar, pero permitir este ejercicio de manera que sea real y liberador requiere de un primer impulso voluntario por parte del poder. Remarco lo necesario en principio: voluntad.
Todo esto quiere decir a su vez que el pueblo debe conocer por qué es precaria la situación económica, dónde son depositados los ingresos que genera con su trabajo. La corrupción imperante en el país ha desencadenado una ola de desconfianza que ha suscitado que hoy a todos nos queden dudas sobre si realmente el fruto del trabajo es distribuido de manera justa y equitativa para todos, si todo termina en el “arca central del Estado”, ese ente tan abstracto. Ese resquemor es posible combatirlo si el gobierno es entre todos y “las cuentas” son más públicas y se socializan en verdad. Si se le explica con transparencia al cubano por qué el servicio de transporte público es tan insuficiente se reduce la irascibilidad que genera, pero si nadie toma nota del padecer constante del pueblo en esta y otras áreas sociales este se siente a la deriva, como si nadie al menos asumiera su situación.
A debate debe ser traída también la falsa o poco profunda (para ser más “flexibles”) autocrítica que se ha apoderado de los funcionarios: “Tenemos el problema X pero trabajaremos para llegar a la situación (positiva) Y”. Con ese discurso tan vacuo pasan años en el mismo lugar, en la dirección de puestos que no le pertenecen por derecho propio a ellos sino al que más resultados ostenta. Recordemos a Raúl con aquello de que “se premia el resultado, no el esfuerzo”.
El reencuentro con el proyecto.
Fernando ha expresado lo siguiente: “El reto de la Revolución Cubana fue tan difícil que llega a ser natural con los descalabros y el paso del tiempo conformarse con mucho menos que los objetivos iniciales. Más grave, se forman grupos de poder que se deterioran, dejan de ser revolucionarios, establecen formas de dominación en nombre del socialismo y tratan de hacerlas permanentes y legitimarlas, expropiando parte de los medios y el poder en beneficio de sus intereses”.
Existen tres componentes en nuestro proceso: el pueblo, el poder y el proyecto. El reencuentro del poder y el pueblo con el proyecto debe ser promovido y buscado por ambas “partes”. Para ello resulta esencial iluminar los entresijos de muchos temas que forman parte del armamento ideológico de los opositores del régimen cubano, entresijos que esconden posiciones y actuaciones que pueden llegar a ser vergonzantes. Evocando a Marx nos dice Fernando que “la vergüenza es un sentimiento revolucionario”, y que si fuéramos capaces de avergonzarnos un poco de los errores que hemos cometido, de una manera más profunda y traumática si se quiere, podríamos salir más fuertes tras ese mea culpa consciente. Este proceso posibilitaría que el reencuentro con el proyecto sea más real y sincero. Debe ser parte del ideario de todos los cubanos lo bueno y lo no tan bueno que se ha hecho durante todos estos años.
Fernando ha dicho que no se les debe escamotear a los jóvenes la historia del proceso revolucionario porque eso significa dudar de su capacidad y cultura revolucionaria. Pienso que la capacidad y cultura revolucionaria de los jóvenes hoy es discutible, lo que no puedo aplaudir es el inmovilismo en comenzar a brindarles herramientas y argumentos a los jóvenes para que estos puedan asistir a ese reencuentro tan necesario con la historia y todos sus matices.
Termino este trabajo que me di a la tarea de escribir sin que nadie me lo impusiera, sino para volcar mis criterios sobre las problemáticas medulares del pensamiento cubano, con tres citas imprescindibles a observaciones hechas por Fernando, quien es para mí sin conocerlo una especie de mentor intelectual, cuyo pensamiento es indispensable para explicar la nación cubana desde sus errores y también sus necesidades en la búsqueda de un proyecto más socialista y realmente liberador de las personas, no como un ropaje del Estado sino con una incidencia real en el andar de la nación:
El cubano asumió que en el mundo había muchísimos objetos que podían ser hermosos y muy apetecibles, pero que no eran para él, sencillamente porque aspiraba a otras cosas y otro tipo de bienestar, porque otras eran sus motivaciones. Esa maravilla la hemos perdido en gran medida en esta última etapa...”. Se pregunta a su vez Fernando: “¿Sucumbirá la Cuba de Martí y de Frank a la guerra cultural que nos hace el capitalismo para convencernos de que la única manera de vivir, pensar y sentir es la que nos propone? ¿Nos levantaremos una vez más por encima del cálculo de lo que es posible, que siempre ha militado en contra nuestra, y abriremos el camino a la conquista de toda la justicia, el bienestar y las oportunidades para todos?”. Y la genialidad, el espíritu humano y revolucionario de Fernando se hace patente en este mayestático reto: “Es posible continuar siendo la utopía de los que luchan, y de los que tienen esperanzas, un país donde se vive de otra manera, donde predominan los vínculos de solidaridad y se comparten ideales y objetivos trascendentes”. Amén.

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