Transcurre
el siglo XXI y adentrarse en el pensamiento cubano es una tarea de
primer orden para arrostrar el escenario actual en el que se
desenvuelve Cuba con la asunción de sus realidades, por muy duras
que estas sean.
Durante
los años que sucedieron a 1959, la esencia socialista del proceso
revolucionario que se desencadenó logró imbricarse en el ideario
del pueblo que en su gran mayoría lo asumió con gran entusiasmo,
entregado a un proyecto que le abrió muchas puertas de la nación
que hasta ese momento le habían sido vedadas. Dicho proceso de
concienciación ideológica tuvo sin embargo un rasgo que ha sido
considerado de manera correcta como negativo y que ha tenido una
capacidad de pervivencia digna de estudios profundos, reveladores y
con tendencia subversiva: el dogmatismo en el ejercicio de pensar.
Para ampliar al respecto del dogmatismo y su “decálogo”
recomiendo la lectura de personalidades notables de la
intelectualidad cubana como Fernando Martínez Heredia, cuyo
pensamiento utilizo para explayar mi percepción sobre lo que debe
prevalecer en el ideario cubano hoy.
Un humilde obrero cubano sintetiza como el mejor científico que “nos enseñaron a leer pero no a pensar”. El dogmatismo en el ejercicio de pensar se resiste a todo tipo de exorcismo, cuando se cree haber consumado la extinción de un “foco” de dogmatismo, en algún ignoto sitio se “cocina” una nueva manifestación. El dogmatismo en el ejercicio de pensar y el discurso oficial impide que se puedan explicar las realidades de la Cuba actual.
Un humilde obrero cubano sintetiza como el mejor científico que “nos enseñaron a leer pero no a pensar”. El dogmatismo en el ejercicio de pensar se resiste a todo tipo de exorcismo, cuando se cree haber consumado la extinción de un “foco” de dogmatismo, en algún ignoto sitio se “cocina” una nueva manifestación. El dogmatismo en el ejercicio de pensar y el discurso oficial impide que se puedan explicar las realidades de la Cuba actual.
Una
vez que cayeron los regímenes socialistas del siglo XX las duras
realidades objetivas que nacieron tras dicho derrumbe comenzaron a
golpear con singular e inusitada fuerza al pueblo cubano. Al proyecto
socialista cubano en aquel momento le salvó el ideario que se
encarnó en el pueblo durante los años precedentes, el abrazo
indisoluble (hasta entonces) al proyecto. Fernando Martínez Heredia
habla de tres saberes: 1) la soberanía y las conquistas sociales
alcanzadas forman parte ya del ideario cubano, de la acumulación
cultural, 2) si regresamos al capitalismo todo lo que hemos ganado
entre todos será expoliado por una minoría y 3) el régimen actual
defiende a ultranza las conquistas sociales, por eso le mantenemos.
Sin
embargo, el segundo saber del que nos habla Fernando no lo creo hoy
tan enraizado en el ideario popular. El individualismo se acentúa
entre los cubanos, especialmente entre los más jóvenes. Fernando
alertó en palabras pronunciadas en el acto por la conmemoración de
los 25 años del Centro Martin Luther King que “conviven
los más limpios esfuerzos al servicio de la colectividad, los
ideales revolucionarios socialistas y la laboriosidad honesta con la
apelación desmedida al egoísmo, el individualismo, al “te doy y
me das”, al interés individual.“
Resulta
perceptible a su vez que el profesional que tiene acceso a más
información del mundo capitalista (Internet, TV por cable) que la
media de los cubanos, aquel que se mantiene mucho tiempo en el
exterior, se mide con el nivel de vida que le “correspondería”
si viviera en una sociedad capitalista. Por ejemplo, el informático
cubano no tiene asumido cuál es su papel en la Cuba socialista, su
referente es el informático de la Microsoft o la Apple, sobre todo
desde el punto de vista material. Fernando ha explicado en su obra
esta concepción de vida tan “colonizada” desde el punto de vista
mental: “La gran
insuficiencia del socialismo que ha existido a escala mundial es que
no ha logrado todavía acumular fuerzas culturales suficientes a su
favor, eficaces y atractivas en la lucha contra el capitalismo,
y sobre todo para el combate por las transformaciones liberadoras de
las personas, de las relaciones interpersonales y sociales y nuevas
relaciones con la naturaleza.”
Creo
que en los últimos años la formación de conciencia en los cubanos
no ha constituido una tarea con la prioridad requerida. Ha sido más
bien superficial. Quizás las estructuras políticas y
gubernamentales de la isla especularon que existiría una transmisión
por inercia de los valores y costumbres de lo que significa vivir en
socialismo, de lo que significa cada conquista de la Revolución que
hoy asumimos como algo “normal” e inherente a todo modelo, aunque
no nos fijamos en lo traumático que resulta en países más
desarrollos mantener la educación o la salud pública, precisamente
porque no se preconiza en el modelo capitalista el acceso colectivo a
los servicios básicos y realmente edificantes que necesita el ser
humano y la prioridad que le debe asistir de este último por encima
del capital. “El capitalismo ya no hace promesas”, asegura el
citado intelectual cubano, sin embargo, una masa importante de
cubanos le ve como la alternativa más idónea para salir de nuestra
precaria situación económica. Afirmar que esta creencia en el
capitalismo como solución es una realidad del pensamiento cubano
pareciera ser un acto transgresor, sin embargo, obviarlo y cerrar los
ojos es un acto suicida.
Hoy
en Cuba es necesaria más que nunca la filosofía. Plantea Fernando
que “ante las duras carencias de recursos materiales, resulta
meridianamente claro que el factor subjetivo tiene que ser el
determinante en la transición socialista cubana.” Explicar y poner
al alcance de todo el pueblo las herramientas teóricas que le
permitan asumir este pensamiento de Fernando es más esencial y
urgente que enviarle a leer sobre impuestos y economía. Refiriéndose
al economicismo, a la asunción de la economía como principal
rectora de la vida actual de la nación ha terciado Fernando que
“sería un error creer que la economía debe ser decisiva y
orientar la política, las ideas y la vida colectiva cubana.”
Asumir
la diversidad para luchar por la unidad.
Si
no se revisa y subvierte el basamento político-ideológico actual
del cubano se camina sobre la falacia. No se puede afirmar que la
mayoría del pueblo cubano está a favor del socialismo, a favor del
colectivismo, de esa prédica martiana que reza “con todos y para
el bien de todos”. Si se dice, por ejemplo, que la “Universidad
es para los revolucionarios” de manera explícita, ¿cómo
pretendemos hacer creíble cualquier encuesta o estudio serio para
definir si los universitarios cubanos (los dirigentes del mañana)
son revolucionarios y socialistas? Eso no se explica con fotos del
joven cubano en el desfile del Primero de Mayo. Enclaustrarse en ese
argumento no ayuda en lo absoluto, más bien coarta la posibilidad de
salir victoriosos de una batalla ideológica que entiendo debe ser
persuasiva, no dogmática y cuyo comienzo se retarda, pareciera que
no es importante. Entiendo que el gobierno cubano y las estructuras
políticas deseen que cada cubano sea revolucionario, no que deban
asumir que lo son u obligar a que lo sean o lo actúen en todo caso.
Es vital asumir la diversidad para luchar por la unidad verdadera.
Establecer que se tienen distintas maneras de pensar sobre cuáles
son las concepciones de vida más idóneas (algunas muy descentradas)
para intentar subvertir desde la argumentación los ideales que no se
corresponden con el proceso de transición socialista.
Existen
muchos cubanos que dudan del proceso, su buen encaminamiento,
efectividad y rentabilidad futura. Vale más que nunca rescatar un
fragmento de las “Palabras a los Intelectuales” de Fidel en 1961:
“... la Revolución debe aspirar a que todo el que tenga dudas se
convierta en revolucionario.” Hoy es necesario fijar nuevamente los
conceptos y la manera de pensar y actuar, y hay que hacerlo de una
manera distinta, porque la acumulación cultural de manera lógica es
superior a la de años anteriores al contarse con más argumentos y
hechos. Hay que hacerlo en un contexto mucho más difícil y
angustioso. ¿Por qué aún con la crisis capitalista tan trágica
que se vive en la actualidad socialismo y comunismo siguen siendo
palabras que causan animadversión?
Todos
debemos participar.
Mucho
se ha lucubrado sobre la participación popular en el ejercicio
gubernamental. Las cotas que el pueblo se propone para sentirse
implicado en el despliegue del poder se muestran utópicas. Las
ansias de participación en el ejercicio del gobierno forman parte
indisoluble del ideario cubano en la actualidad, es una deuda aún no
saldada por nuestro régimen y cuyo encauzamiento debiera estar en el
orden del día de la reunión de mañana y todos los días.
Fernando
aporta con su pensamiento ideas imprescindibles: “Reducir el
socialismo al poder del estado no es socialismo.” En otro
repositorio de su ideario plantea: “Si se profundiza en todos los
sentidos la participación popular a la vez que se mantiene un fuerte
poder revolucionario ambos rasgos se equilibrarían entre si y
lucharían juntos contra las características de la situación
económica y de su evolución futura con grandes posibilidades de
triunfo.” El psicólogo y sociólogo Ovidio D'Angelo, en una
edición de Último Jueves de la Revista Temas destacaba que “no
hay posibilidad de transformación ni desarrollo de un hombre pleno
si no hay una real participación, y nuestras estructuras son poco
permeables a la participación, al control real”, y que aunque la
vigilancia de instituciones y funcionarios y el establecimiento de
normas sea un proceso “desde arriba” también lo debe ser “desde
abajo”, donde se legitimen espacios y normas de derecho para
prácticas políticas contrahegemónicas. Fernando brinda a su vez
una definición conceptual fetén de democracia para Cuba: “Un
pueblo bien informado de las cuestiones fundamentales, efectiva
participación en las decisiones que se tomen sobre ellas, que
controle realmente los procesos y a su vez desarrolle iniciativas que
puedan convertirse en políticas o en instrumentos legales, si lo
merecen.” Para lograr esta democracia hay que pensar, Fernando ha
llamado mucho a eso, a favorecer el ejercicio de pensar, pero
permitir este ejercicio de manera que sea real y liberador requiere
de un primer impulso voluntario por parte del poder. Remarco lo
necesario en principio: voluntad.
Todo
esto quiere decir a su vez que el pueblo debe conocer por qué es
precaria la situación económica, dónde son depositados los
ingresos que genera con su trabajo. La corrupción imperante en el
país ha desencadenado una ola de desconfianza que ha suscitado que
hoy a todos nos queden dudas sobre si realmente el fruto del trabajo
es distribuido de manera justa y equitativa para todos, si todo
termina en el “arca central del Estado”, ese ente tan abstracto.
Ese resquemor es posible combatirlo si el gobierno es entre todos y
“las cuentas” son más públicas y se socializan en verdad. Si se
le explica con transparencia al cubano por qué el servicio de
transporte público es tan insuficiente se reduce la irascibilidad
que genera, pero si nadie toma nota del padecer constante del pueblo
en esta y otras áreas sociales este se siente a la deriva, como si
nadie al menos asumiera su situación.
A
debate debe ser traída también la falsa o poco profunda (para ser
más “flexibles”) autocrítica que se ha apoderado de los
funcionarios: “Tenemos el problema X pero trabajaremos para llegar
a la situación (positiva) Y”. Con ese discurso tan vacuo pasan
años en el mismo lugar, en la dirección de puestos que no le
pertenecen por derecho propio a ellos sino al que más resultados
ostenta. Recordemos a Raúl con aquello de que “se premia el
resultado, no el esfuerzo”.
El
reencuentro con el proyecto.
Fernando
ha expresado lo siguiente: “El reto de la Revolución Cubana fue
tan difícil que llega a ser natural con los descalabros y el paso
del tiempo conformarse con mucho menos que los objetivos iniciales.
Más grave, se forman grupos de poder que se deterioran, dejan de ser
revolucionarios, establecen formas de dominación en nombre del
socialismo y tratan de hacerlas permanentes y legitimarlas,
expropiando parte de los medios y el poder en beneficio de sus
intereses”.
Existen
tres componentes en nuestro proceso: el pueblo, el poder y el
proyecto. El reencuentro del poder y el pueblo con el proyecto debe
ser promovido y buscado por ambas “partes”. Para ello resulta
esencial iluminar los entresijos de muchos temas que forman parte del
armamento ideológico de los opositores del régimen cubano,
entresijos que esconden posiciones y actuaciones que pueden llegar a
ser vergonzantes. Evocando a Marx nos dice Fernando que “la
vergüenza es un sentimiento revolucionario”, y que si fuéramos
capaces de avergonzarnos un poco de los errores que hemos cometido,
de una manera más profunda y traumática si se quiere, podríamos
salir más fuertes tras ese mea culpa consciente. Este proceso
posibilitaría que el reencuentro con el proyecto sea más real y
sincero. Debe ser parte del ideario de todos los cubanos lo bueno y
lo no tan bueno que se ha hecho durante todos estos años.
Fernando
ha dicho que no se les debe escamotear a los jóvenes la historia del
proceso revolucionario porque eso significa dudar de su capacidad y
cultura revolucionaria. Pienso que la capacidad y cultura
revolucionaria de los jóvenes hoy es discutible, lo que no puedo
aplaudir es el inmovilismo en comenzar a brindarles herramientas y
argumentos a los jóvenes para que estos puedan asistir a ese
reencuentro tan necesario con la historia y todos sus matices.
Termino
este trabajo que me di a la tarea de escribir sin que nadie me lo
impusiera, sino para volcar mis criterios sobre las problemáticas
medulares del pensamiento cubano, con tres citas imprescindibles a
observaciones hechas por Fernando, quien es para mí sin conocerlo
una especie de mentor intelectual, cuyo pensamiento es indispensable
para explicar la nación cubana desde sus errores y también sus
necesidades en la búsqueda de un proyecto más socialista y
realmente liberador de las personas, no como un ropaje del Estado
sino con una incidencia real en el andar de la nación:
“El
cubano asumió que en el mundo había muchísimos objetos que podían
ser hermosos y muy apetecibles, pero que no eran para él,
sencillamente porque aspiraba a otras cosas y otro tipo de bienestar,
porque otras eran sus motivaciones. Esa maravilla la hemos perdido en
gran medida en esta última etapa...”. Se pregunta a su vez Fernando: “¿Sucumbirá la Cuba de Martí y de Frank a la guerra
cultural que nos hace el capitalismo para convencernos de que la
única manera de vivir, pensar y sentir es la que nos propone? ¿Nos
levantaremos una vez más por encima del cálculo de lo que es
posible, que siempre ha militado en contra nuestra, y abriremos el
camino a la conquista de toda la justicia, el bienestar y las
oportunidades para todos?”. Y la genialidad, el espíritu humano y
revolucionario de Fernando se hace patente en este mayestático reto:
“Es posible continuar siendo la utopía de los que luchan, y de los
que tienen esperanzas, un país donde se vive de otra manera, donde
predominan los vínculos de solidaridad y se comparten ideales y
objetivos trascendentes”. Amén.
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